Debo empezar esta columna
resaltando la relevancia de una gran verdad: “somos criaturas vivas que comen experiencia”. Con esta frase
quiero hacer alusión especialmente a la juventud, la etapa donde nos damos
cuenta de esta realidad. Puesto que durante la infancia no pensamos de forma
tan profunda como para llegar a esta conclusión por nosotros mismos. Nos
limitamos a hacer o pensar lo que nos dicen “los mayores”. Lo cual se convierte
en un factor ambiental, en cierto modo nuestra forma de ser depende de donde
nos criemos. Captamos pasivamente todo lo que nos rodea.
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Todo esto no es malo, al revés,
es necesario para nuestra supervivencia, una parte de nosotros. Puesto que los
primeros años de vida somos totalmente dependientes de los demás, y nos
apoyamos en esta especie de “vida programada” para seguir adelante. La adolescencia
es el momento en donde nos damos cuenta de que queremos y podemos más, y que
nos sobra esa vida planificada. Es entonces cuando nos empezamos a dejar guiar
por las experiencias. Tal vez no como deberíamos, pero es una forma de empezar.
Todas las experiencias, sean buenas o malas nos enriquecen, me gusta pensar que
nos alimentamos de ellas.
El grave problema de la juventud
actual es la pereza, tras esta etapa de revelación deciden tomar el camino más
fácil y se dejan llevar, como un barco a
la deriva. Los síntomas de esta actitud que aparecen tras la adolescencia son
tales como la carencia de entusiasmo, de amor por los grandes ideales de la
vida y de ilusión por el futuro. En consecuencia en ellos reinan la indiferencia y el pasotismo. Por consiguiente los
jóvenes no se involucran en nada, así que por supuesto dejan de lado los
problemas sociales, la política, la cultura y todo lo que requiera el más
mínimo compromiso. Lo único que les interesa es lo efímero, lo que no cuesta y
entretiene o nunca mejor dicho, “mata el tiempo”, como por ejemplo la diversión. Esta es clasificada
como prioridad puesto que no requiere ninguna responsabilidad. Se apoyan en el famoso “Carpe Diem” para creer
que están en lo cierto y dar sentido así a su actitud. Como afirmó Jaume
Perich, “ La gente joven está convencida de que posee la verdad.
Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad”.
Paradójicamente, esto nos vuelve
más dependientes y vulnerables. Además de quitarnos personalidad, que es lo
único que nos diferencia, lo único que es propiamente nuestro. He llegado a la
terrible conclusión de que todos estos detalles nos “duermen”.
“Twitter te hace creer que eres
sabio,
Instagram que eres artista
Y Facebook que tienes amigos.
El despertar va a ser duro”
Jean-François Leroy
Para concluir mi crítica me gustaría dejaros un poco de
esperanza por que esto cambie, con este consejo que ha llegado hasta mí:
“Debemos estar precavidos acerca
de lo heredado, por muy noble que sea su intención, pues es la calidad de
nuestra experiencia lo que resulta decisivo”.
Fdo: Patricia H.
Fdo: Patricia H.
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